📗 Castigos en clase: ¿Solución o problema? (III)
Exploramos su impacto real en la conducta y sus peligros ocultos - Educlaustro #206
¡Hey! 👋 Soy Isaac Guerrero.
Esto es el Educlaustro, una publicación sobre educación, aprendizaje y práctica educativa leída por más de 3.100 docentes cada semana.
¡Buenos días, profe! 👋 ¿Qué tal?
Llegamos a la tercera y, ahora sí, última edición de esta mini-serie de boletines en los que hemos profundizado sobre el aprendizaje por asociación, los reforzadores y, hoy, los castigos.
Por si te perdiste las ediciones pasadas o crees conveniente volver a revisarlas, te las enlazo por aquí:
En esta edición veremos qué son los castigos, discutiremos si son efectivos y daremos algunas propuestas para, en caso de tener que ponerlos en práctica, que sea de la manera más prudente y respetuosa, teniendo en cuenta sus características.
¡Vamos al lío!
PD: Recuerda que esta edición está dentro de la serie “Aprendizaje por asociación”. Que dedique una edición entera a los castigos no quiere decir que los apoye (y ahora veremos el porqué) ni que piense que son la mejor forma de conseguir una conducta deseada. Simplemente, esta edición nos ayuda a seguir aprendiendo y ser más conscientes de nuestra, valga la redundancia, conducta en el aula.
Qué son los castigos
Un castigo es una consecuencia que se aplica con el fin de reducir la probabilidad de que una conducta/acción/respuesta vuelva a aparecer en un futuro.
Seguro que, bien porque los hayas experimentado en tus propias carnes o bien porque los hayas aplicado, se te ocurren muchos ejemplos: una multa, regañar, un despido, un suspenso, palabras de desaprobación, etc.
Y sí, quizás estés pensando que todos esos ejemplos producen una misma sensación: rechazo por parte de quien los experimenta. Este es uno de los peligros de aplicar castigos. Producen aversión e incluso miedo. Son “dolorosos” (no solo en el sentido físico de la palabra). Molestos. Desagradables.
Y esto conlleva un peligro. O varios. El castigo, tal como expresan Coon y O. Mitterer en el manual, se puede convertir en “objeto de miedo, resentimiento o rechazo”. Y, como consecuencia, para querer evitar ese dolor del que antes hablábamos, darse un aprendizaje por evitación que sería la búsqueda de estrategias para evitar/huir del castigo. Exacto, la mentira (entre otras).
Castigos positivos
Recuerda que, en términos de conducta, cuando hablamos de positivo y negativo lo hacemos en términos matemáticos: positivo (añadimos/sumamos) y negativo (restamos/eliminamos). Es importante no confundir, en este caso, la palabra positivo como sinónimo de bueno o agradable y negativo como sinónimo de malo.
Por tanto, los castigos positivos serán aquellos en el que añadimos una respuesta “dolorosa”/aversiva después de hacer una conducta.
Como siempre, lo entenderemos mejor con un ejemplo: Una persona de clase está teniendo una conducta indeseada y le ponemos deberes extra.
Otro: Una persona ha hecho una redacción con una letra muy desordenada, sin prestar atención a lo que se le pedía, con muchísimas faltas y sin adecuarse a las instrucciones y le pedimos que la repita.
Como veis, y tal como comentábamos, el castigo positivo consiste en añadir esa consecuencia incómoda tras hacer una conducta no deseada.
Castigos negativos
Vendría a ser justo lo contrario. Eliminar algo que es valioso para la persona y que, por tanto, también provoca un sentimiento desagradable.
Ejemplo: Una persona no ha hecho los deberes, por tanto le quitamos los 10 minutos libres del final de la sesión.
Otro: Una persona no ha sabido respetar el material, por tanto le quitamos la oportunidad de hacer el trabajo con el ordenador.
La efectividad de los castigos
Recordemos: Los castigos disminuyen la probabilidad de que una respuesta vuelva a aparecer. Es importante no confundirlos con el reforzamiento negativo, que elimina una sensación “dolorosa” para incrementar la respuesta.
Pero, ¿de qué dependen que sean efectivos?
Oportunidad. Al igual que comentamos con los reforzadores, los castigos (en caso de aplicarse) deben aparecer mientras o inmediatamente después de realizar la acción indeseada. Ejemplo: El perro se ha meado esta mañana en la cocina. Llegamos a las 17:00, después de trabajar, y le echamos la reprimenda. Error.
Es cierto que, aunque con los animales y niños muy pequeños no tendría efecto, explicando con claridad el acto que estamos castigando, se podría demorar y podría ser efectiva. Quizá será más efectivo esperar a volver a observar la conducta.
Consistencia. Debemos ser consistentes y siempre que veamos esa acción aplicar la misma respuesta (castigo). No servirá de mucho hacer unas veces sí y otras no.
Intensidad. Es decir, que sea proporcionado con la conducta a extinguir.
Una pausa. Los castigos no siempre son castigos. Me explico. Nosotros podemos intentar aplicar un castigo pero la criatura tomarlo como un reforzador. Copio y pego un extracto del manual de Coon y O. Mitterer.
Por ejemplo, cuando la madre de Jason le regañó por tirar sus juguetes, él dejó de hacerlo. En este caso, el regaño fue el castigo.
No obstante, Chris ansía captar cualquier tipo de atención de sus padres, los cuales trabajan de tiempo completo. En el caso de Chris, un regaño o hasta una azotaina, podría reforzar su conducta de tirar juguetes.
Para lo que unos casos es un castigo efectivo, para otros puede ser un reforzador. Recordemos que uno de los mejores reforzadores es la atención.
El peligro de los castigos
Siento si me repito, pero me parece un aspecto esencial y que no debemos perder de vista: el castigo es incómodo y despierta sentimientos negativos. Así pues, teniendo esto de base, deberíamos intentar evitarlos lo máximo posible.
Peligro 1. Las personas y situaciones que asociamos al castigo se convierten en objeto de miedo, resentimiento o rechazo. Recuerdo aquel maestro que, cada vez que nos alborotábamos en clase, nos presentaba y amenazaba con “los 5 fantásticos” seguido de tres o cuatro golpetazos a la pizarra. Raro fue que no la rompiese. Y sí, como consecuencia, todos los recuerdos que tenemos de él son de miedo, resentimiento y rechazo. También con su asignatura.
Peligro 2. Aprendizaje por evitación. Ya lo hemos comentado antes, pero el castigo puede ser un maestro fenomenal para la mentira o la evitación (ponerse malo para no ir a esa clase). Un apunte importante aquí, el alivio que se siente al mentir, no ser pillado y, además, evitar el castigo puede convertirse en un reforzador y como consecuencia… ¡Exacto! Aumentar las veces que mientes.
Peligro 3. La agresión. El castigo incrementa enormemente la agresión. ¿Cómo reacciona un animal cuando está herido? Ataca. Debemos saber que una respuesta muy común a la frustración es la agresión, por lo que el castigo es “el mejor” contexto para aprender la agresión.
¡Y cuidado! Porque la agresión, al liberar nuestra ira y reducir nuestra frustración, nos podrían hacer sentir bien, aliviados. Entonces, ¿en qué se habría convertido ese acto agresivo? Correcto, en un reforzador.
En conclusión
Una vez llegados a este punto, hemos podido comprender las bases del aprendizaje asociativo, sumergiéndonos en el condicionamiento clásico y operante. Luego, vimos la importancia de los reforzadores y algunos ejemplos para aplicarlos en el aula para, por último, terminar con los castigos.
Es cierto que en el manual de Coon y O. Mitterer nos dan algunas claves para, en caso de tener que aplicar los castigos, lo hagamos con sentido. Para que esta edición no quedase demasiado extensa, lo compartiré por el canal de Telegram. Si todavía no te has unido, estás a tiempo.
Terminamos con una certeza: la mejor forma de conseguir una buena conducta no es mediante castigos, al contrario, es felicitando y visibilizando (reforzadores) las buenas conductas y actitudes que queremos promover. En la edición de la semana pasada vimos algunos ejemplos aunque me gustaría recalcar:
Subrayar las acciones individuales. “¡Gracias Álex por comenzar a recoger!”
Narrando y evidenciando la actividad de grupo. “¡Fenomenal! Veo que casi todo el mundo está listo para trabajar!”
Compartiendo historias con los demás. “Las otras clases me han hecho preguntas muy interesantes sobre este tema”. Cuidado con esta para evitar caer en la comparación.
When we see everyone else picking up litter, we will start to worry about not doing it.
Cuando vemos a todo el mundo recogiendo basura, nos empezaremos a preocupar de no hacerlo.
No recuerdo de donde extraje esta cita, disculpadme, pero debemos conseguir en nuestra clase (y centro) el comportamiento enjambre.
De todos los aprendizajes de estas tres últimas ediciones me gustaría que nos quedásemos con cinco:
El reforzamiento fortalece las respuestas y nos ayuda a conseguir las acciones deseadas. La atención es uno de los reforzadores más importantes que tenemos.
La ausencia de reforzamiento puede provocar que las respuestas se extingan.
Los castigos sirven para eliminar las respuestas indeseadas. Conllevan muchos aspectos negativos, por lo que siempre es mejor recurrir a los reforzadores.
Tanto los reforzadores como los castigos deben ser vistos como instrumentos para modificar una conducta. El equilibrio es la clave. Combinarlos nos puede permitir ser efectivos. De entre los dos, yo me quedo con los reforzadores.
El castigo debe ser nuestra última opción. Cuando todo lo demás nos ha fallado podría aplicarse.
Es mucho más efectivo fortalecer y fomentar las conductas deseables que castigar las no deseables
Gershoff, 2002
📚 De dónde aprendemos
Boletín de Ramón Nogueras: “Sesgo de confirmación”. Edición: Por qué pollas haces eso: todo me recuerda a ti
Libro. Como ganar amigos e influir sobre las personas (Dale Carnegie).
Manual. Introducción a la psicología. El acceso a la mente y a la conducta (Dennis Coon y John O. Mitterer)
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