Tras dos semanas de parón obligado, domingos de Nochebuena y de fin de año, retomamos el boletín y lo hacemos con la segunda y última edición dedicada al libro “Aula o jaula” de @tonisolano.
Si todavía no estabas por aquí o te lo perdiste, te adjunto la Edición 153 “¿Aula o jaula? Complejidad, diversidad e inclusión” que complementaría la presente y juntas comprenden las reflexiones y aspectos importantes que destaco de este libro.
¡Vamos al lío!
Los colegios
A un día de volver al colegio, vamos a dedicar unos minutos a pensar en él. En su aspecto más físico y arquitectónico. ¿Estás ya mentalmente en el cole? Bien. Piensa cómo es: colores, entrada, escaleras, pasillos, aulas… ¿Cuándo se construyó? ¿Se ha remodelado sustancialmente? ¿Es grande y cómodo para convivir con todas las personas que lo utilizan a diario? ¿Qué cambirías?
Muy posiblemente tu centro tenga más de 40 años y siga luciendo en sus paredes los azulejos con colores apagados por los pasillos. O quizá no. Tal vez estés en un colegio de nueva construcción, con mucha más iluminación natural, donde destaca el blanco pero en el cual su disposición no dista mucho del primer ejemplo.
¿Puede cambiar la educación si no se cambia donde se desarrolla? Creo que sí, pero encontrando muchísimas barreras, sobre todo físicas, durante el camino.
Citando a Toni: “[…] el crecimiento de los centros los ha convertido en macrogranjas educativas, con instalaciones obsoletas o desbordadas, sin espacio para ofrecer una educación de calidad y mucho menos para plantear métodos o enfoques innovadores”.
Y estoy muy de acuerdo. El cambio educativo debería estar acompañado de un cambio en infrastructuras pero, ¿qué gobierno pone facilidades para ello (no hablemos ya de realizarlo)? ¿Se escucha a los/as docentes y las necesidades del contexto para su construcción?
🗣 Abrimos el Debate Semana 08 por la Comunidad de Telegram: ¿Cómo debería ser una escuela que satisfaga las necesidades de la sociedad actual y futura?
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La evaluación: del sistema y de los/as docentes
Este tema es fundamental. Y, desde aquí, me gustaría agradecer a Toni que lo haya tratado en su libro, porque me ha ayudado a tener una visión más amplia y, creo, objetivo sobre la evaluación tanto de docentes como del sistema.
Muchas veces he dicho, sobre todo tras ver “trabajar” a algunos compañeros/as, que una de las patas que más cojean en la educación pública es la de la falta de evaluación a sus docentes, tanto interinos/as como fijos/as. Entras en una rueda de la que es imposible, casi literalmente, que te saquen. Y esto perjudica. Mucho.
Y es importante destacar que ya no solo hablo de evaluación como un proceso punitivo para aquellas personas que no hacen bien su trabajo, sino también como lo que es: un proceso de análisis para la mejora. Lo que no se mide no se puede mejorar. La evaluación es esencial. ¿Cuántas cosas evaluas consciente o inconscientemente en tu día a día? Estamos constantemente evaluando.
Pero aquí viene la pregunta clave (gracias Toni): ¿cómo lo hacemos? En la Edición 153 hablamos de la complejidad de la educación. Y claro, si es un sistema tan complejo, con tantas casuísticas, características, contextos, necesidades, etc., ¿cómo lo podemos evaluar?
No sirve poner criterios comunes y generales a todos, se tendría que tener en cuenta el contexto, la diversidad, el ámbito social de las familias, los/as propios docentes. En definitiva, que en cada pueblo, barrio o incluso en cada escuela debería ser diferente. Y, por supuesto, esto no es tarea fácil.
Ahora bien, como también comenta Toni y como ya hemos dicho, la evaluación es una necesidad. Debemos corregir los errores del sistema, sus desigualdades, facilitar la mejora profesional (¡Adiós, ego!) y fomentar el mejor rendimiento de los centros y del alumnado.
Evaluar es sano. Evaluarse a uno/a mismo lo es más. Recordemos: lo que no se evalua/mide es imposible de mejorar.
🔛 Ampliación: Si quieres leer más reflexiones e ideas sobre la evaluación docente puedes consultar la Edición 33, Edición 55, Edición 77, Edición 103 y Edición 115
Los premios educativos
La evaluación nos lleva al tema de los premios. ¿Qué hace a un/a docente el/la mejor de España? ¿Sería igual de bueno/a en una clase totalmente diferente? ¿Y con la misma clase pero en diferente curso? ¿Y en otro barrio/ciudad/pueblo?
Sé que es un tema complejo y quizá controvertido. A mi manera de entender los premios educativos son una burbuja llena de marketing que (y muy probablemente me equivoque) comenzaron a crecer con la nominación de César Bona al premio Global Teacher Prize. ¿Sigue siendo Bona de los mejores docentes del mundo? No lo sé, pero en mi opinión creo que esta reflexión de @manelrives viene como “anillo al dedo” para este caso.
Es cierto que dar premios es una forma de agradecer, reconocer y visibilizar proyectos, iniciativas y propuestas educativas que pueden ser muy útiles para el resto de docentes, bien por replicables, inspiradoras o por los buenos resultados con un grupo específico (aunque ya sabemos que esto no es garantía de absolutamente nada).
Además, como expresa Toni Solano en el libro, también puede ser una forma de facilitar la cesión de material por parte de empresas externas al centro y fomentar así la innovación y el aprendizaje o también puede ayudar en ciertos momentos a superar una situación de marginalidad en algunas escuelas.
Estos aspectos positivos no quitan, en muchas de las ocasiones, lo que hay detrás de los premios. Te dejo este interesante hilo de @PaulaBlooom.
Y termino. Otra opinión personal. Creo que, en vez de ofrecer premios tan rimbombantes como “Mejor docente de España”, “Mejor Influencer Educativo”, “Mejor docente del mundo”, etc., de debería reconocer esos proyectos, iniciativas o propuestas específicas, destacando el contexto y el cómo mucho más que el quien.
¡Ah! Y si a las galas estuviesen protagonizadas por docentes, mucho mejor.
Conclusión
A riesgo de parecer muy repetitivo hay una conclusión que destaco por encima de todas: la educación es muy compleja. Mucho. Conforma un conglomerado formado por un sinfín de elementos con características muy diferentes, todos ellos singulares y diversos. Todo ello hace tremendamente difícil su análisis, evaluación y mejora.
Y esto no es una forma de eximirnos de responsabilidad. Al contrario. Es una invitación a valorarnos, que creo que hace falta. A ser conscientes del enorme trabajo que hacemos en un contexto único y extremadamente cambiante. A evaluarnos y así evaluar el sistema, dejando egos y medallas a un lado. Y a dialogar y cooperar, moviéndonos siempre en una escala de grises porque, ¿quién se atrevería a considerar su respuesta como única y verdadera en un panorama como este?
Te invito a leer el libro de Toni Solano que, aunque trata de aspectos que no parecen nuevos, te ayudará a reflexionar, ver y, con suerte, entender, de una forma más amplia todo el sistema educativo con sus pros, contras, mejoras y propuestas.
¡Te deseo muy buen inicio del segundo trimestre!
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¡Hasta la semana que viene!